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Máscaras

  • Foto del escritor: Alba Alfonso Piquer
    Alba Alfonso Piquer
  • 10 oct 2020
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 17 jun 2022

This is the beginning of my latest novel, named Máscaras:


AZUL


Las parpadeantes luces rojas y azules recorrieron toda la estancia, pintando las partes desnudas de los cuerpos que bailaban a cámara lenta y que entrecruzaban miradas explosivas. Ella se propagaba por los rincones como si de un cuadro se tratase, apareció con un largo pelo ondulado del color del hielo y unos labios rojos ligeramente despintados, mezclándose a la perfección entre las luces resplandecientes de la habitación. Deambuló lentamente hacia ningún sitio en concreto, dejándose llevar por el rock psicodélico que resonaba en los altavoces. Los sonidos, que parecían provenir del espacio, consiguieron que la habitación diera vueltas a su alrededor y que los cuerpos se unieran unos con otros. La música hizo que desapareciera por un momento, convirtiendo a los entes que bailaban en simples figuras borrosas.


Un espeso humo blanco apareció de la nada, rodeando a todo y todos, encerrándola entre una multitud de manos y cuerpos que se movían sin control y se agarraban unos a otros. Esa niebla blanca, las vibraciones, el parpadeo de las luces y los sonidos espaciales lo prendieron todo de caos e histeria descontrolada. Convirtieron las miradas, los roces, en tensiones eléctricas, que la atraparon en el ambiente distorsionado de ese mundo alternativo.


Nacían chispas en todo cuanto ella tocaba, y sin pensar en nada sus manos se engancharon a los cuerpos, sin pensar en nada su boca comenzó a enredarse, comenzó a fundirse entre el resto, a compartir su piel. Sintió el todo y la nada a la vez, el fuego incandescente y el vacío absoluto, se sintió viva por primera vez en mucho tiempo, deseando que aquello durara para siempre.


Al ritmo de Chlorine, de Twenty One Pilots, se desenrolló una nube de roces y contactos entre desconocidos. Dio un paso, y otro, convencida de que estaba caminando hacia atrás y de que nada de lo que veía estaba ocurriendo más allá de los límites de su mente, hasta que unos ojos verdes capturaron su mirada gris desde el otro lado de la sala. Se enganchó al magnetismo que la atrajo a través de esos ojos que atravesaban toda la estancia, y ella se dejó atraer. Y sin pensar en nada, estaba a unos centímetros de su piel, mezclándose con su esencia extraña y sin nombre, sintiendo y sin sentir.


Bailaron, se besaron, entre ellos y entre todos, y la vida se aceleró.


Rápido, demasiado rápido como para entenderlo.


El tiempo resbaló del papel y desapareció, y con él su mente y su pensamiento.



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